THE WHITE HOUSE
Office of the Press Secretary
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Saturday, October 14, 2000 |
DISCURSO RADIAL DEL PRESIDENTE AL PAÍS
El Salón Roosevelt
EL PRESIDENTE: Buenos días. Esta semana, un aparente ataque terrorista cobró la vida de un grupo de valerosos marinos estadounidenses frente a las costas de Yemen, y se produjeron nuevos brotes de violencia entre israelíes y palestinos en el Oriente Medio.
Nuestros marinos, que estaban a bordo del U.S.S. Cole simplemente cumplían con su deber: salvaguardar la paz. Ayer hablé con el capitán del Cole, el comandante Kirk Lippold. A nombre de todo el pueblo de los Estados Unidos le expresé mis más profundas condolencias y elogié el excelente trabajo que él y su tripulación hacen en un momento tan difícil.
Permítanme decir a las familias de los marineros que los tenemos presente en nuestra oraciones. Nunca podremos conocer a sus seres queridos como ustedes lo hicieron, ni podremos recordarlos como ustedes, pero los acompañamos en su dolor. Y es que la pérdida que ustedes han sufrido es una pérdida para todo el país, e inclinamos nuestras cabezas a Dios en señal de gratitud por las vidas y el servicio que prestaron sus seres queridos.
En honor a ellos he ordenado que todas las banderas ondeen a media asta en los Estados Unidos, sus territorios, en nuestras embajadas, bases militares y navíos hasta la puesta de sol del lunes. Cuando veamos la bandera este fin de semana, debemos pensar en esas familias y en el sacrificio que han hecho por su país.
Esta trágica pérdida debe servirnos de recordatorio de que, aunque los Estados Unidos no estén en guerra, nuestros militares, hombres y mujeres, arriesgan sus vidas todos los días en lugares donde las comodidades son pocas y muchos los peligros. Nadie debe, ni por un instante, pensar que la fortaleza de nuestro ejército es menos importante en tiempos de paz – porque la fortaleza de nuestro ejército es una de las principales razones por las que tenemos paz. La historia registrará nuestras victorias en el campo de batalla, pero nadie podrá escribir un recuento completo de las guerras nunca libradas, las pérdidas nunca sufridas, las lágrimas nunca derramadas porque los hombres y mujeres de nuestro ejército arriesgaron sus vidas en aras de la paz. No debemos olvidar eso nunca.
Nuestro poderío militar no es todo lo que la gente observa cuando las embarcaciones de los Estados Unidos atracan en un puerto extranjero. Cuando los soldados estadounidenses se colocan en la proa del barco, o nuestras tropas desembarcan en suelo extranjero, nuestros anfitriones ven a hombres y mujeres uniformados de cualquier raza, credo y color cuyos ancestros pertenecían a todas las regiones del mundo, y que, sin embargo, están entrelazados por el compromiso común con la libertad y por el orgullo común de ser americanos.
La imagen de unidad en medio de la diversidad debe confundir las mentes de los cobardes repletos de odio que mataron a nuestros marinos. Podrán acabar con vidas inocentes, podrán hacer que se derramen lágrimas y se sienta la angustia más profunda – pero nunca podrán sanar ni establecer armonía ni unificar a los pueblos. Esa es una labor que sólo pueden hacer personas libres y respetuosas de las leyes.
Y es por eso que haremos todo lo que sea necesario, durante todo el tiempo que sea necesario, para encontrar a quienes mataron a nuestros marinos y los haremos responsables. Y por eso nunca permitiremos que los enemigos de la libertad y la paz detengan a los Estados Unidos en su búsqueda de la paz, en su lucha contra el terrorismo y en promover la libertad. Porque, sólo defendiendo a nuestro pueblo, nuestros intereses y nuestros valores podremos redimir las vidas de nuestros marinos y arruinar los planes de sus asesinos.
Por supuesto, ello incluye nuestros esfuerzos para promover la paz en el Oriente Medio.
El conflicto entre israelíes y palestinos es una de las grandes tragedias de nuestros tiempos, y uno de los problemas más difíciles de resolver. Cada paso de avance ha estado marcado por el dolor.
Cada vez que las fuerzas de la reconciliación se han puesto en marcha, las fuerzas de la destrucción han contraatacado. La violencia que hemos visto allí demuestra, sin la más mínima duda, que es inaceptable la alternativa a la paz, y que nadie sacará provecho de un conflicto interminable que provoca y asimila dolor.
Acabar con la violencia y lograr que los pueblos del Oriente Medio regresen a la mesa de negociaciones será una tarea difícil después de todo lo que ha ocurrido. Sin embargo, independientemente de lo difícil que pueda ser esa tarea, independientemente de lo terrible que hayan sido las imágenes de la violencia que se desató esta semana, se deben continuar los esfuerzos con todo el respaldo de los Estados Unidos. Debemos hacerlo porque tenemos un profundo interés nacional en la paz del Oriente Medio, y lazos muy estrechos con el estado de Israel. Al igual que en todos los lugares en conflicto, nuestros esfuerzos no garantizan el éxito. Pero no intentarlo equivale a garantizar el fracaso.
De manera que hoy solicito las oraciones de todos por nuestros hombres y mujeres uniformados, por las familias de nuestros marinos caídos y por todos aquellos que aquí o en otras partes anhelan y trabajan por un mundo de paz.
Gracias por escucharme.
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